miércoles, 26 de marzo de 2008

El día que el rey calló a su hermano

Alejandro Ruiz

No tuvo la misma suerte de Chávez el hermano menor de Juan Carlos de Borbón. Al príncipe Alfonso de Borbón no le apuntó con la mano solamente. A él lo calló para siempre. Transcurría la Semana Santa del 29 de marzo de 1956.

Es un hecho lamentable, pero indispensable reseñarlo para demostrar el manto de misterio y reserva sobre aquellos acontecimientos que puedan perjudicar la imagen del rey Juan Carlos. Es tanto así, que usted no conseguirá fácilmente una foto, una referencia periodística o reseña del malogrado hermano, Alfonso de Borbón. Es como si nunca hubiese existido.

La foto del rey y su hermano Alfonso

Es una rareza gráfica ver una imagen del hermano del rey de España. Esta foto es del año 1955, durante un paseo en un bote alquilado en el lago Albufera de Valencia, España. Arriba y en el centro del bote el actual rey Juan Carlos I y su hermano, el príncipe Alfonso (a su derecha); al frente, observándolos, su padre don Juan de Borbón. Un año después, Juan Carlos mataría a su hermano de un disparo en la cara

Como siempre, la gran prensa española y el gobierno franquista trataron de liberar de toda responsabilidad y acusación al elegido por el “Caudillo”, pero los hechos saltaron la barrera de la manipulación. La primera versión difundida señalaba que el príncipe Alfonso se había disparado a sí mismo en la frente limpiando un revólver.

A la censura se sumaron los nobles de España que regularmente visitaban la ciudad portuguesa de Estoril; así como la prensa de Portugal, sometida a la dictadura del derechista general Salazar.

Ante el controversial suceso, es interesante destacar el relato del libro Don Juan Carlos. El Rey de un pueblo, de Paul Preston (Editorial Plaza & Janés, 2003).

Paul Preston no es uno de esos articulistas de farándula de la realeza en la revista Hola. Tampoco se le puede calificar de comunista, antimonárquico o de “chavista”. Paul Preston es un reconocido historiador e hispanista, nacido en Inglaterra, autor de diversas obras de Historia Contemporánea de España, es Doctor en Historia por la Universidad de Oxford, y es miembro de la Academia Británica de Historia.

“El 29 de marzo, Jueves Santo, después de una misa vespertina en la iglesia de San Antonio de Estoril, la familia había regresado a casa. A las ocho y media de la noche, el coche del médico de la familia, el doctor Joaquín Abreu Loureiro, paró en seco a las puertas de Villa Giralda. Según parece, ambos muchachos habían estado en el cuarto de juegos, en el primer piso de la casa, entretenidos en tirar al blanco con un pequeño revólver, del calibre 22, mientras esperaban la hora de la cena. El comunicado oficial distribuido por la Embajada de España en Lisboa sobre la muerte de Alfonso decía: «Mientras su Alteza el Infante Alfonso limpiaba un revólver aquella noche con su hermano, se disparó un tiro que le alcanzó la frente y le mató en pocos minutos. El accidente se produjo a las 20:30, después de que el Infante volviera del servicio religioso del Jueves Santo, en el transcurso del cual había recibido la Santa Comunión». La decisión de silenciar los detalles fue adoptada personalmente por Franco”, describe Paul Preston.

LUEGO LA VERDAD EMERGERÍA
Pronto se revelaría que ese jueves santo, Juan Carlos había matado a su hermano Alfonso, de 14 años, de un disparo en la frente, con su revólver calibre 22 que le había regalado Francisco Franco. Para la fecha de la tragedia el futuro rey de España contaba con 18 años de edad y un año de instrucción militar en la Academia General Militar de Zaragoza. Todo fue un accidente.

La propia madre de Juan Carlos y Alfonso, “Doña María de las Mercedes -continúa Preston- dio a entender tiempo después que Don Juan Carlos, jugando, había apuntado el arma hacia Alfonsito y, sin saber que la misma estaba cargada, había accionado el gatillo. En parecidos términos, parece que el propio Don Juan Carlos confesó a un amigo portugués, Bernardo Arnoso, que él había apretado el gatillo sin saber que el arma estaba cargada…”.

En otro pasaje de su libro Don Juan Carlos. El Rey de un pueblo, Paul Preston explica cómo las relaciones familiares se deterioraron irremediablemente.

“Don Alfonso [el malogrado hermano menor] recibió sepultura en el cementerio de Cascais, al mediodía del sábado 31 de marzo de 1956. Don Juan Carlos asistió a la ceremonia vestido con el uniforme de oficial cadete de Zaragoza. Incapaz de soportar la presencia de su hijo mayor, Don Juan le ordenó que volviera a la Academia Militar. El general Martínez Campos y el comandante Emilio García Conde se habían presentado allí con un avión militar español en el que el Príncipe [Juan Carlos] fue devuelto a Zaragoza”, por orden de Franco, obviamente.

“Don Jaime de Borbón, hermano de Juan de Borbón y tío de Juan Carlos y Alfonso, exigió, en su calidad de jefe de la Casa de Borbón, que se abriera una investigación al respecto para depurar la responsabilidad del príncipe Juan Carlos, al considerar que tal suceso podía afectar a la línea sucesoria, que no llegó a ninguna conclusión. Este hecho afectó mucho emocionalmente a su madre, Doña María de las Mercedes de Borbón, que estaba presente durante el accidente y tuvo que recuperarse en una clínica alemana a causa de depresiones (…) porque se creía responsable por haber dejado a sus hijos jugar con el arma, para evitar que, aburridos en un atardecer lluvioso, siguieran peleándose”.

¿Homicidio culposo? Lo menos, irresponsabilidad de parte de Juan Carlos de Borbón, quien con sus conocimientos de armas, puesto que cursaba en la Academia Militar de Zaragoza, y con 18 años de edad “jugaba semejante juego” con su hermano menor.-

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